13 nov 2013

Los orígenes de las "Cuatro Villas de la Costa"

La misma motivación económica que presidió la creación de ciudades a lo largo del Camino de Santiago durante los siglos XI y XII orientó la repoblación del litoral cantábrico entre mediados del siglo XII y comienzos del XIII (García de Cortázar, 1988: 166). El objetivo era repoblar y defender una zona marítima del norte peninsular, incluidas las costas gallegas que pertenecían, al igual que las asturianas, al reino de León mientras que la línea de costa que va desde San Vicente de la Barquera hasta Fuenterrabía era de Castilla.
Alfonso VIII de Castilla creó nuevas villas marineras a lo largo del litoral cantábrico que hasta la segunda mitad del siglo XII había constituido un espacio marginal dentro de los reinos de León, Castilla y Navarra (Arízaga, 1996: 71; Martínez Martínez, 2006: 112), y de la que aquí sólo hablaremos de las que conocemos como Cuatro Villas de la Costa: Castro Urdiales, Santander, Laredo y San Vicente de la Barquera, surgiendo éstas sobre pequeñas aldeas ya existentes y dotadas de puertos naturales. A esta decisión regia contribuyó la creciente importancia del litoral de la zona debido a la desaparición del peligro normando, el aprendizaje de las técnicas de navegación, los recursos que se obtenían gracias a la pesca marítima, el desarrollo de la marina de guerra como elemento determinante en la empresa de reconquista de Andalucía (aquí nos estamos refiriendo a la presencia de navíos cántabros en el asedio fluvial que Sevilla sufrió antes de su rendición en el año 1248 y a lo largo de la costa de Huelva y Cádiz destacando en esta última la toma de Tarifa en 1292 y la de Algeciras en el año 1344), la actividad mercantil de Castilla con el Atlántico Norte y las relaciones personales del monarca, al estar casado con Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y titular del ducado de Aquitania (García Guinea, 1985: 482; García de Cortázar, 1988: 166; Solórzano Telechea, 2002: 247 - 248).
Estas Cuatro Villas de la Costa, que abarcaban todo el litoral de la actual provincia de Santander y que en el párrafo anterior hemos citado cuáles son, surgieron como tales después de que Alfonso VIII le otorgase un fuero o carta de poblamiento. El fuero recogía normas de derecho político, administrativo, civil, penal y claúsulas que hacían referencia a la vida económica y mercantil de dichas villas (Suárez Fernández et al., 1973: 133).
La franja costera de Cantabria tiene una longitud de ciento quince kilómetros cuadrados y se extiende desde las rías de Tina Menor y Tina Mayor, que en la actualidad se encuentran dentro de la jurisdicción del Ayuntamiento de Val de San Vicente, en la parte más occidental y siendo la segunda de ellas la desembocadura del río Deva, hasta Ontón en la más oriental. Nos encontramos ante una costa que es particularmente accidentada al ofrecernos una alternancia de acantilados, estuarios, bahías como las de Santander y San Vicente de la Barquera, y playas (Solórzano Telechea, 2002: 242) que la hacen especialmente atractiva. Toda esta costa aquí descrita fue repartida entre las cuatro villas marineras, es decir, Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera, que se fundaron entre la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII reafirmando así el objetivo de sus fundaciones (Fernández González, 2001: 156; Fernández González, 2005: 287).
El 10 de marzo de 1163 se le concedió a la villa de Castro Urdiales (antigua colonia romana de Flaviobriga) un fuero que se basaba en el que en el año 1095 el rey Alfonso VI le había otorgado a los pobladores de Logroño (García Guinea, 1985: 482 – 483; Solórzano Telechea, 2002: 254; Suárez Fernández et al., 1973: 133).
El 11 de julio de 1187 el Concejo de Santander recibió el fuero de Sahagún, al que copió en su totalidad, añadiendo algunas claúsulas específicas, como el amparo de la navegación, por ser Santander puerto marítimo (conocido como Portus Victoriae Iuliobrigensum en época romana) y, además, sus habitantes poseían una arraigada vocación pesquera (Arízagam 1996: 72; Fernández González, 2001: 19 – 50; García Guinea, 1985: 482 – 484). Éstos se habían asentado en torno a la abadía de San Emeterio y Celedonio y el castillo de San Felipe que servía tanto de defensa como de atalaya al dominar la bahía de Santander (Suárez Fernández et al., 1973: 133). Además la carta foral le reconocía una jurisdicción de tres leguas, es decir, quince kilómetros, pudiendo ser su tierra roturada para el cultivo de viñas, huertos, prados y la construcción de molinos y palomares (Solórzano Telechea, 2002: 253 – 257). Su jurisdicción marítima se extendía desde el cabo de Punta Ballota hasta la ría de Galizano y alcanzaba las diez leguas mar adentro (Fernández González, 2005: 287).
El 25 de enero de 1200 Alfonso VIII le otorgó el fuero de Castro Urdiales, inspirado en el de Logroño, a los pobladores de Laredo y éste fue el punto de arranque para el esplendor del que gozaría dicha villa marinera que surgió de un asentamiento que había surgido con anterioridad en torno al monasterio de Santa María del Puerto, su cementerio y sus manzanales que contó con una jurisdicción de unos cien kilómetros cuadrados (Arízaga Bolumburu, 1998: 19; Fernández González, 2001: 169; García Guinea, 1985: 482 – 483; Martínez Martínez, 2006: 111; Solórzano Telechea, 2002: 253 – 255; Suárez Fernández et al., 1973: 134). Laredo se encuentra en el extremo oriental de la bahía de Santoña y en la actualidad es una bella población de ambiente marinero y raíces medievales y que está ligada al mar y la pesca por tradición desde sus orígenes.
El 3 de abril de 1210 Alfonso VIII le concedió a los pobladores de la villa de San Vicente de la Barquera el fuero de San Sebastián con los privilegios que le había otorgado a Santander para aquellas naves que arribasen a su puerto y para aquellas mercancías que en ellas se transportasen (García Guinea, 1985: 482 – 483; Suárez Fernández et al., 1973: 134). Esta villa, que en la actualidad es una bella localidad pesquera se fundó sobre un promontorio aislado por el mar y dos rías, y a finales del siglo XV, su término poseía una extensión de dos leguas, lo que equivaldría a unos diez kilómetros (Solórzano Telechea, 2002: 259).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
ARÍZAGA, Beatriz (1996): “Villas: permanencias urbanas.” En GARCÍA DE CORTÁZAR, J. Á. (ed.) (1996): La memoria histórica de Cantabria. Santander, pp. 71 – 82.
ARÍZAGA BOLUMBUR, Beatriz (1998): “Prólogo. El origen de la villa de Laredo.” En CUÑAT CÍSCAR, Virginia M. (1998): Documentación Medieval de la Villa de Laredo 1200 – 1500. Santander, pp. 17 – 20.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena (2001): Santander. Una ciudad medieval. Santander.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena (2005): “El desarrollo urbano de Santander desde su fundación hasta el siglo XVI.” En GONZÁLEZ MORALES, Manuel R. y SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Á. (2005): II Encuentro de Historia de Cantabria. Actas del II Encuentro celebrado en Santander los días 25 a 29 de Noviembre del año 2002. Santander, pp. 277 – 338.
GARCÍA DE CORTÁZAR, José Ángel (1988): La época medieval. En ARTOLA, Miguel (1988): Historia de España. Madrid, Volumen 2.
GARCÍA GUINEA, M. A. (dir.) (1985): Historia de Cantabria. Prehistoria, Edades Antigua y Media. Santander.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Sergio (2006): “La imagen de Laredo en la Edad Media.” En AMEA. Anales de Historia Medieval de la Europa Atlántica. Santander, nº 1, pp. 107 – 133.
SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Ángel (2002): “El fenómeno urbano medieval en Cantabria.” En SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Ángel y ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz (eds.) (2002): El fenómeno urbano entre el Cantábrico y el Duero. Revisión historiográfica y propuestas de estudio. Santander, pp. 241 – 292.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis; MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José; GARCÍA GUINEA, M. A.; GONZÁLEZ ECHEGARAY, Joaquín; ÁLAVA AGUIRRE, José Miguel de; CARRIÓN IRÁN, Manuel; SOLANA SAINZ, José María; MOURE ROMANILLO, Alfonso y PÉREZ – BUSTAMANTE GONZÁLEZ, R. (1973): La Edad Media en Cantabria. Santander.

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