15 nov 2013

Las defensas medievales de las "Cuatro Villas de la Costa"

La presencia de la muralla era un elemento indispensable del urbanismo medieval imprimiéndole forma a la ciudad, remarcando los límites del caserío y agrupando los elementos de su interior,  y el estado arquitectónico de ésta solía ser en general bastante deficiente, sobre todo, en aquellos tramos de peor calidad constructiva o de menor necesidad defensiva, por eso fueron necesarias frecuentes obras de reparación y mantenimiento (Fernández González, 2001: 227; Fernández González, 2006: 301; Izquierdo Benito, 2007: 98; Martínez Martínez, 2006: 118).
En la Edad Media la muralla poseía diversas funciones como la claramente defensiva; la de ser un elemento diferenciador entre el mundo urbano y el mundo rural; otra, económica; a finales de este período histórico ésta ayudaba a frenar la expansión de determinadas enfermedades, por lo que la muralla a partir del siglo XV adquiere una función claramente sanitaria. (Fernández González, 2001: 201 – 203). Sus puertas habían de situarse en aquella zona que estuviese más próxima a aquellas vías de comunicación que desembocaban en las distintas poblaciones, también deberían contar con facilidad de defensa (Fernández González, 2001: 231) y, además deberían permitir la entrada y salida de personas, animales y mercancías (Martínez Martínez, 2005: 128). Éstas se deberían abrir por la mañana y cerrarse al ponerse el sol (Fernández González, 2001: 234).
Las villas de la Cordillera Cantábrica se caracterizan, aparte de por su sencillez, por incluir edificios religiosos en la muralla (Fernández González, 2001: 219).
Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera contaban con un castillo que constituía un elemento principal del sistema defensivo de la villa, sin embargo, Laredo sólo contaba con la Torre de la Taleta, que se situaba fuera del recinto amurallado en el extremo suroeste de la villa, al borde del mar y que protegía el puerto, ya de por sí bien defendido por unas murallas almenadas (Arízaga, 1996: 76; Fernández González, 2006: 304 – 314; Martínez Martínez, 2006: 118 – 119; Solórzano Telechea, 2002: 272). El castillo de Castro Urdiales de forma trapezoidal se asentaba sobre la peña más abrupta que poseía la villa, que, además, se adentraba en el mar, protegiendo así la puebla y el puerto, y se componía de cinco torreones circulares (Arízaga, 1996: 76; Pérez Bustamante, 1980: 107; Solórzano Telechea, 2002: 274).
La Puebla Vieja de Santander estaba conformada por un cerro que alcanzaba una altura máxima de unos quince metros en aquel lugar donde se encontraba la Iglesia Colegial y se localizaba en el norte de la bahía. Su recinto amurallado aprovechó las condiciones naturales del entorno y éste estaba delimitado al sur por la existencia de acantilados sobre la bahía (Fernández González, 2005: 293).
La muralla medieval de Santander constaba de nueve puertas: al suroeste, la de San Pedro o San Nicolás, a partir de ella surgió un importante arrabal documentado a principios del siglo XIV, y la de las Atarazanas que debió abrirse en el siglo XIV; al sureste, la de Somorrostro o del Muelle de las Naos; al norte, la de Santa Clara; al noroeste, la de la Sierra; al noreste, la de Arcillero y la de la Mar o del Peso de la Harina; al este, la de la Ribera; y al oeste, la de San Francisco (Fernández González, 2005: 283; Solórzano Telechea, 2002: 269). A lo largo del año 2007 un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cantabria excavó dicha muralla en el yacimiento de la Plaza Porticada o de Velarde y desde agosto de 2008 existe un proyecto para poner en valor dichos restos arqueológicos con la creación de un Centro de Interpretación. La datación por carbono 14 ha corroborado que la muralla de la Puebla Nueva de Santander se construyó a finales del siglo XIII, mientras se piensa que la construcción del foso se acometió en el primer tercio del siglo XIV (Fernández González, 2006: 303), y se derribó en el año 1765 para ampliar la ciudad hacia el este. Entre otras cosas, se encontró la Puerta del Mar, la más importante de la muralla y cuya finalidad era el acceso a los muelles (Fernández González, 2005: 283), que separaba a la ciudad del mar Cantábrico y por la que entraban los viajeros y las mercancías. El lienzo del muro es el más importante del norte de España, su trazado es recto y tiene veintiún metros de recorrido. Por último, la muralla tiene un anchura de dos como tres metros en la base y se estrechaba a dos metros en la parte superior, y su estructura, a unos cuatro metros de altura, era de mampostería con sillares irregulares.
El promontorio elegido  para el emplazamiento de la villa de San Vicente de la Barquera delimitaba su perímetro amurallado, del que aún se conservan numerosos restos en los alrededores de la iglesia, y estaba defendido en la parte oriental por el castillo y en la occidental por la torre militar, que perdió su primitiva función al ser reutilizada como torre de la iglesia parroquial (Arízaga, 1996: 74; Solórzano Telechea, 2002: 267).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
ARÍZAGA, Beatriz (1996): “Villas: permanencias urbanas.” En GARCÍA DE CORTÁZAR, J. Á. (ed.) (1996): La memoria histórica de Cantabria. Santander, pp. 71 – 82.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena (2001): Santander. Una ciudad medieval. Santander.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena (2005): “El desarrollo urbano de Santander desde su fundación hasta el siglo XVI.” En GONZÁLEZ MORALES, Manuel R. y SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Á. (2005): II Encuentro de Historia de Cantabria. Actas del II Encuentro celebrado en Santander los días 25 a 29 de Noviembre del año 2002. Santander, pp. 277 – 338.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena (2006): “El paisaje urbano de las cuatro villas al final de la época medieval.” En ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz y SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Á. (eds.) (2006): El espacio urbano en la Europa medieval: Nájera. Encuentros Internacionales del Medievo, Nájera, 26 – 29 de julio de 2005. Logroño, pp. 297 – 338.
IZQUIERDO BENITO, Ricardo (2007): “Arqueología de la ciudad medieval: principios metodológicos.” En MOLINA MOLINA, Ángel Luis y EIROA RODRÍGUEZ, Jorge A. (2007): Tendencias actuales en Arqueología Medieval. Murcia, pp. 91 – 108.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Sergio (2006): “La imagen de Laredo en la Edad Media.” En AMEA. Anales de Historia Medieval de la Europa Atlántica. Santander, nº 1, pp. 107 – 133.
PÉREZ BUSTAMANTE, Rogelio (1980): Historia de la Villa de Castro Urdiales. Santander.
SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Ángel (2002): “El fenómeno urbano medieval en Cantabria.” En SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Ángel y ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz (eds.) (2002): El fenómeno urbano entre el Cantábrico y el Duero. Revisión historiográfica y propuestas de estudio. Santander, pp. 241 – 29.

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