La
presencia de la muralla era un elemento indispensable del urbanismo medieval
imprimiéndole forma a la ciudad, remarcando los límites del caserío y agrupando
los elementos de su interior, y el estado
arquitectónico de ésta solía ser en general bastante deficiente, sobre todo, en
aquellos tramos de peor calidad constructiva o de menor necesidad defensiva,
por eso fueron necesarias frecuentes obras de reparación y mantenimiento
(Fernández González, 2001: 227; Fernández González, 2006: 301; Izquierdo
Benito, 2007: 98; Martínez Martínez, 2006: 118).
En la
Edad Media la muralla poseía diversas
funciones como la claramente defensiva; la de ser un elemento diferenciador
entre el mundo urbano y el mundo rural; otra, económica; a finales de este
período histórico ésta ayudaba a frenar la expansión de determinadas
enfermedades, por lo que la muralla a partir del siglo XV adquiere una función
claramente sanitaria. (Fernández González, 2001: 201 – 203). Sus puertas habían
de situarse en aquella zona que estuviese más próxima a aquellas vías de
comunicación que desembocaban en las distintas poblaciones, también deberían
contar con facilidad de defensa (Fernández González, 2001: 231) y, además
deberían permitir la entrada y salida de personas, animales y mercancías
(Martínez Martínez, 2005: 128). Éstas se deberían abrir por la mañana y
cerrarse al ponerse el sol (Fernández González, 2001: 234).
Las
villas de la Cordillera Cantábrica se caracterizan, aparte de por su sencillez,
por incluir edificios religiosos en la muralla (Fernández González, 2001: 219).
Castro
Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera contaban con un castillo que
constituía un elemento principal del sistema defensivo de la villa, sin embargo,
Laredo sólo contaba con la Torre de la Taleta, que se situaba fuera del recinto
amurallado en el extremo suroeste de la villa, al borde del mar y que protegía
el puerto, ya de por sí bien defendido por unas murallas almenadas (Arízaga,
1996: 76; Fernández González, 2006: 304 – 314; Martínez Martínez, 2006: 118 –
119; Solórzano Telechea, 2002: 272). El castillo de Castro Urdiales de forma
trapezoidal se asentaba sobre la peña más abrupta que poseía la villa, que,
además, se adentraba en el mar, protegiendo así la puebla y el puerto, y se
componía de cinco torreones circulares (Arízaga, 1996: 76; Pérez Bustamante,
1980: 107; Solórzano Telechea, 2002: 274).
La
muralla medieval de Santander constaba de nueve puertas: al suroeste, la de San
Pedro o San Nicolás, a partir de ella surgió un importante arrabal documentado
a principios del siglo XIV, y la de las Atarazanas que debió abrirse en el
siglo XIV; al sureste, la de Somorrostro o del Muelle de las Naos; al norte, la
de Santa Clara; al noroeste, la de la
Sierra ; al noreste, la de Arcillero y la de la Mar o del Peso de la Harina ; al este, la de la Ribera ; y al oeste, la de San
Francisco (Fernández González, 2005: 283; Solórzano Telechea, 2002: 269). A lo
largo del año 2007 un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cantabria
excavó dicha muralla en el yacimiento de la Plaza Porticada o de Velarde y
desde agosto de 2008 existe un proyecto para poner en valor dichos restos
arqueológicos con la creación de un Centro de Interpretación. La datación por
carbono 14 ha
corroborado que la muralla de la Puebla Nueva de Santander se construyó a
finales del siglo XIII, mientras se piensa que la construcción del foso se
acometió en el primer tercio del siglo XIV (Fernández González, 2006: 303), y
se derribó en el año 1765 para ampliar la ciudad hacia el este. Entre otras
cosas, se encontró la Puerta
del Mar, la más importante de la muralla y cuya finalidad era el acceso a los
muelles (Fernández González, 2005: 283), que separaba a la ciudad del mar
Cantábrico y por la que entraban los viajeros y las mercancías. El lienzo del
muro es el más importante del norte de España, su trazado es recto y tiene
veintiún metros de recorrido. Por último, la muralla tiene un anchura de dos
como tres metros en la base y se estrechaba a dos metros en la parte superior,
y su estructura, a unos cuatro metros de altura, era de mampostería con
sillares irregulares.
El
promontorio elegido para el
emplazamiento de la villa de San Vicente de la Barquera delimitaba su perímetro
amurallado, del que aún se conservan numerosos restos en los alrededores de la
iglesia, y estaba defendido en la parte oriental por el castillo y en la
occidental por la torre militar, que perdió su primitiva función al ser
reutilizada como torre de la iglesia parroquial (Arízaga, 1996: 74; Solórzano
Telechea, 2002: 267).
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA:
ARÍZAGA, Beatriz (1996):
“Villas: permanencias urbanas.” En GARCÍA DE CORTÁZAR, J. Á. (ed.) (1996): La memoria histórica de Cantabria.
Santander, pp. 71 – 82.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena
(2001): Santander. Una ciudad medieval.
Santander.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena
(2005): “El desarrollo urbano de Santander desde su fundación hasta el siglo
XVI.” En GONZÁLEZ MORALES, Manuel R. y SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Á. (2005): II Encuentro de Historia de Cantabria. Actas
del II Encuentro celebrado en Santander los días 25 a 29 de Noviembre del año
2002. Santander, pp. 277 – 338.
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Lorena
(2006): “El paisaje urbano de las cuatro villas al final de la época medieval.”
En ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz y SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús Á. (eds.) (2006): El espacio urbano en la Europa medieval:
Nájera. Encuentros Internacionales del Medievo, Nájera, 26 – 29 de julio de
2005. Logroño, pp. 297 – 338.
IZQUIERDO BENITO, Ricardo
(2007): “Arqueología de la ciudad medieval: principios metodológicos.” En
MOLINA MOLINA, Ángel Luis y EIROA RODRÍGUEZ, Jorge A. (2007): Tendencias actuales en Arqueología Medieval.
Murcia, pp. 91 – 108.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Sergio
(2006): “La imagen de Laredo en la Edad Media.” En AMEA. Anales de Historia Medieval de la Europa Atlántica.
Santander, nº 1, pp. 107 – 133.
PÉREZ BUSTAMANTE, Rogelio (1980):
Historia de la Villa de Castro Urdiales.
Santander.
SOLÓRZANO TELECHEA, Jesús
Ángel (2002): “El fenómeno urbano medieval en Cantabria.” En SOLÓRZANO
TELECHEA, Jesús Ángel y ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz (eds.) (2002): El fenómeno urbano entre el Cantábrico y el
Duero. Revisión historiográfica y propuestas de estudio. Santander, pp. 241
– 29.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí puedes escribir lo que pienses, opines, etcétera sobre la correspondiente entrada pero siempre con respeto. Se borrarán los comentarios que sean ofensivos, difamatorios o spam y aquellos que quieran aprovechar este blog para publicitarse.