En
el precioso pueblo costero de Mina, rodeado de montañas, al nordeste de la isla
francesa de Córcega y en la ladera de una de ellas está en el castillo
encantado de Horizonland abandonado,
misteriosamente, a principios del siglo XIX y sobre el que circulan leyendas de
encantamientos, hechizos, maleficios…
A
pocos kilómetros de allí, vive Giovanna, una chica de 16 años, nacionalizada
francesa pero de origen italiano, a la que le encantan las historias sobre
espíritus, fantasmas y hechos sobrenaturales y a la que siempre le ha fascinado
ese misterio que rodea al castillo; está dispuesta a descubrirlo por sí misma,
sin ayuda ni influencia de nadie, yendo allí y buscando datos en el propio
castillo, sin ayuda ni influencia de nadie, yendo allí y buscando datos en el
propio castillo, escudriñando hasta en el último rincón.
Es
Halloween, alrededor de medianoche.
Supuestamente ella había organizado una fiesta en una casa en ruinas, a pocos
metros del castillo, pero en realidad sólo se lo había dicho a una persona, uno
de sus amigos, alguien que le importa mucho.
Media
hora después, una linda y pícara bruja adolescente, sin su escoba para poder
volar en esta noche estrellada, camina acompañada de un alto y atractivo chico,
disfrazado de vampiro, que le muerde en el cuello para beber su sangre fresca y
pura; ambos van andando hacia el castillo por un camino de piedra, por una
antigua calzada romana del lugar.
Al
entrar en el enigmático edificio, lo hacen con una vela en la mano; ya con cera
en los dedos, por el desgaste de su frágil luz alumbran los cuadros, las
esculturas y la decoración de un largo pasillo que los llevaría a la enorme y
única biblioteca en la que mira por encima, subida a una vieja escalera de
madera, las altas estanterías llenas de antiguos libros, llenos de polvo y
telarañas por todas partes debido al paso del tiempo.
De
repente, ella se para delante de un libro que le llama a la atención, situado
más o menos en la mitad de una de las estanterías, su título: La verdadera historia de la Bella Durmiente
del Bosque, lo coge, baja las escaleras con gran rapidez, con mucho cuidado
de no caerse de espaldas, para no hacerse daño ni romper nada. Ya de pie,
apoyada en la pared, lo abre por una página cualquiera cerca del final y se
pone a leerlo, ante la atenta mirada de él.
“Mina
cumple hoy 17 años, vive en una cabaña de madera con tres hadas, ha salido al
bosque para dar un paseo y recoger setas que no sean venenosas. Por los
alrededores hay un joven apuesto de unos veinte años montando a caballo, quien
se detiene un momento en la orilla de un río de agua fría y cristalina para que
beba su caballo; unos metros más al norte y cerca de una alta cascada que baja
con fuerza, en la otra orilla, está Mina soltándose la trenza para lavarse y
peinarse el pelo. Ella levanta la vista y lo ve allí, a lo lejos, de pie junto
a su caballo, con la cabeza bien alta e inmóvil.
Al
atardecer, Mina va a regresar al castillo donde nació y volverá a encontrarse
con sus padres después de muchos años. Sus padres no la han visto crecer. Nada
más entrar por la muralla, en una de las almenas de la fortaleza, parece
esperarla una bruja, disfrazada de hilandera pobre, con un huso y una rueca.
Mina sube lentamente las escaleras que la llevarán hasta la habitación más alta
de la almena donde se pincha el dedo índice de la mano derecha con el huso de
una rueca, cae de espaldas al suelo frío de la estancia y también cae en un
profundo sueño que dura, hasta este momento, más de 500 años: sólo despertará
al recibir su primer beso de amor verdadero, pues su amado y prometido murió
luchando contra la bruja por el amor de ella, su amada, meses después.”
Elena Velarde
21 noviembre 2001
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