Entre la escritura del
primer borrador de una obra literaria o un ensayo y su publicación hay mucho
trabajo, y lo ideal sería que interviniesen diferentes profesionales. Entre
ellos están el asesoramiento al autor y la corrección del manuscrito, siendo
los más habituales la “Asesoría literaria” y la corrección de estilo y
ortotipográfica.
Los correctores
profesionales suelen ser licenciados o graduados en alguna Filología como Abril
Camino, Periodismo como Laia Soler o Traducción e Interpretación como Gemma Beltrán.
La primera se declara una apasionada de la Gramática y la Ortografía, tiene más
de 10 años de experiencia profesional corrigiendo textos y entre sus servicios
incluye la “Corrección de estructura”, también conocida como Editing. También hay otros correctores
con otras licenciaturas que pueden ayudar al escritor a pulir y enriquecer las
personalidades, emociones y sentimientos como Érika Gael, que es licenciada en
Psicología. En ninguna de las páginas web de correctores que he encontrado e
investigado, he leído que corrijan detalles de contextualización de novelas o
ensayos, ni siquiera en los de temática histórica donde ésta es tan importante.
Soy licenciada en
Historia, poseo un Máster en Arqueología y siempre he tendido a contextualizar
cualquier acontecimiento, incluidos los personales. Desde que abrí este blog en
junio de 2012, siempre he comentado en mis reseñas los detalles relacionados
con la contextualización de las tramas, y las edades y trayectorias personales
y profesionales de los personajes. He señalado tanto los fallos como los buenos
trabajos en ese aspecto en escritores como Antonio Puente Mayor, Victoria
Álvarez o Marta Gracia Pons.
Lo más fácil y cómodo
para un historiador es trabajar junto a un autor en novelas históricas, pero en
las contemporáneas también es necesario prestar atención a estos detalles y me
he leído más de una novela donde estos aspectos se han descuidado. Entiendo por
novelas contemporáneas aquellas escritas en la última década y cuyas tramas se
ambienten a partir de 1975. Voy a ilustrar esta entrada con posibles
situaciones y en cada una de ellas encontraréis ejemplos de novelas
contemporáneas, históricas o híbridas de autores españoles.
Una
incoherencia temporal que me llamó bastante la atención es la que muestro en
esta imagen. A mí el diseño de la cubierta me parece bastante bonito y me
transmite la idea de que en su interior me voy a encontrar una novela
ambientada en la actualidad o en los años 90. Sin embargo, la trama se ambienta
en los años 20. Es un pequeño error que la autora (Romina Naranjo), su editora
(Esther Sanz) y el ilustrador (Luis Tinoco) podrían haber evitado si se
hubiesen asesorado por un historiador. (Fuente: http://titania.org/es-ES/catalogo/catalogo/al_pie_de_la_montana-500000381?id=500000381).
Una de las incongruencias
en referencias cronológicas y a las edades y trayectorias profesionales más
llamativas me la encontré en Herbarium de
Anna Casanovas, novela ganadora de la segunda edición del Premio Titania. Durante su
lectura hice muchos cálculos mentales, reflexioné mucho y no entendí que en
sólo 5 años y con menos de 30 años alguien consiguiese tantísimo prestigio
académico en la Universidad de Oxford y habiendo sufrido una importante amnesia
y habiendo estado incapacitado durante meses. También he encontrado este tipo
de errores en otras novelas como Recuerdos de un instante de Tania López o la pentalogía de Los
chicos del calendario de Candela Ríos donde lo que más llama la
atención es el baile de fechas.
La
siguiente situación que quiero comentar es el de novelas bien contextualizadas
en la sociedad en la que sitúan la trama. En ellas también encontramos ciertas
referencias políticas y socioeconómicas, y no sólo culturales. Ilustro esto con
una novela que se publicará en pocos días y que es una apuesta arriesgada de la
editora de Titania.
He leído el avance que la editorial ha publicado en su página web y me ha
parecido original la contextualización introductoria en algunos capítulos.
Hasta ahora no había visto algo así en ninguna novela. También llama la
atención el que el índice de la misma sea una Playlist donde predomina la música española, ya que
la novela se ambienta en Salamanca. Es un New Adult que se desmarca del que hasta ahora había publicado esta editorial y
donde sólo encontrabas novelas ambientadas en los Estados Unidos, y donde sus
autoras (Alice Kellen, María Martínez o Elena Castillo Castro) sólo mencionaban
referencias culturales de dicho país y casi siempre las mismas.
Podéis
leer el avance aquí: http://reader.digitalbooks.pro/book/preview/118590/Ojala_siempre-5?1556057033740. (Fuente: https://twitter.com/AlexandraManza/media).
Otra novela que me
gustaría destacar por una contextualización cuidada y bien trabajada es la de Una erasmus en Bruselas de Alfredo
Escardino. Es una buena opción para conocer mejor la compleja situación
política que se vivió en Europa a finales de los años 80. Es la época de la Europa de los 12
previa a la caída del muro de Berlín y la desmembración de la Unión
Soviética, Checoslovaquia y Yugoslavia. También es interesante esta novela
porque muestra como fue la Erasmus en
sus primeros años (1988) y las referencias socioculturales y tecnológicas de la
época. Es curioso conocer cómo se vivía esta experiencia universitaria sin
móviles, Internet y redes sociales.
Otra
situación que me gustaría destacar en esta entrada es la situación por la que
están optando algunos jóvenes autores españoles nacidos en la década de los 80.
Me refiero a la dificultad de intentar retratar la complejidad de la juventud
occidental de principios del siglo XXI a través de novelas cercanas, cotidianas
y cierto toque costumbrista. Ojalá este tipo de novelas se conviertan en
fuentes de estudio para los historiadores del futuro como lo son en la
actualidad clásicos como Orgullo y prejuicio de
Jane Austen o Mujercitas de
Louisa May Alcott, aunque muchos historiadores sientan cierto rechazo a
considerarlas como fuentes. Las novelas que ilustran esta breve explicación
están basadas en experiencias de los propios autores: una experiencia Erasmus con presencia de móviles y redes
sociales en el caso de la de Carlos Carranza (1989), el trabajo de un autónomo
a través de una correctora freelance en el de Estefanía Yepes (1988) o el de una adicción a las redes
sociales y la desintoxicación digital en el de Berta Bernad (1988). (Fuente:
Elaboración propia).
Me gustaría terminar esta
entrada comentando que no soy partidaria de la presencia de notas a pie de
página en las novelas, salvo en los clásicos. La última novela de Anna
Casanovas (Buenas intenciones) está
llena de ellas y creo que hubiese sido mejor un apéndice al final de la misma.
Se trata de un recurso habitual en las novelas históricas, lo que permite al
autor explayarse con las explicaciones históricas y de contextualización, y que
a mí me suelen aburrir. El único que me ha gustado por su originalidad y
cercanía en el planteamiento es el de El testamento de Santa Teresa, donde el autor lo ha abordado desde su propia
experiencia. La protagonista de la trama del presente de esta última también es
un personaje interesante, ya que le ha permitido a su autor trasladar parte de su
experiencia como estudiante de doctorado y narrar de una manera amena la aridez
de una investigación predoctoral y su metodología.
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