La entrada de
hoy forma parte del texto que preparé para una ponencia que di la tarde del día
21 de mayo de 2008 en una de las aulas de la Facultad de Geografía e Historia
de la Universidad de Sevilla dentro de la Jornada
de Iniciación a la investigación en Arqueología “La villa romana del Casale,
Piazza Armerina, Sicilia”, organizada por
profesores de los departamentos de Prehistoria y Arqueología e Historia Antigua. Es un poco árida aunque he intentado que su lectura sea bastante
amena.
“Un
grupo de estudiantes de Historia de la Universidad de Sevilla hemos participado en las
dos últimas campañas de excavación (veranos de 2006 y 2007) que la Universidad de La
Sapienza de Roma lleva a cabo en el asentamiento arabo –
normando de Piazza Armerina en el centro de Sicilia durante los meses de julio
y agosto.
Las
excavaciones más recientes en Piazza Armerina se enmarcan dentro del ámbito de
la arqueología medieval que en las dos últimas décadas ha empezado a ser más
tenida en cuenta dentro de las universidades europeas aunque hoy en día aún se
la sigue minusvalorando bastante. No entraremos en su problemática, ya que no
es asunto de esta conferencia que se centrará en cuales fueron los aspectos
metodológicos que utilizamos en nuestra intervención del pasado mes de agosto
aunque también nos referiremos a la del mes de julio de 2006.
A
pesar de que no poseemos mucha experiencia en arqueología de campo, uno de
nosotros decidió poner por escrito lo que hacía cada día en la excavación y a
su vuelta pasaría dichas anotaciones a ordenador surgiendo así unas breves y
esquematizadas memorias de sus intervenciones de julio de 2006 y de agosto de
2007. Ahí podemos encontrar las actividades que dicha persona hizo cada día,
los materiales que utilizó a la hora de llevarlas a cabo y alguna información
adicional de interés.
Empezaremos
hablando del diario de excavación, esa libreta en la que normalmente los
colaboradores del director de la excavación anotan todas aquellas incidencias
que nos hemos encontrado y a la que hemos tenido que hacer frente durante
nuestra jornada de trabajo (Carandini, 1997: 158; Fernández Martínez, 1990: 75
– 76; Gutiérrez Lloret, 1997: 157; Mac Intosh, 1987: 87), y que posteriormente
nos ayudarán a rellenar aquellas lagunas que puedan surgir cuando nos
encontremos elaborando el informe y/o la memoria. En la actualidad, esta práctica ya
tradicional se complementa con el uso de fichas estandarizadas para cada unidad
estratigráfica siendo Harris y Carandini unos de sus primeros y principales
defensores dentro de sus respectivas críticas del sistema Wheeler donde se
usaba el diario como principal método de registro. Además de la documentación
escrita, toda unidad estratigráfica ha de tener también una gráfica compuesta
por dibujos de planta, perfil... que estarán hechos a escala sobre papel
milimetrado, lo que ha hecho que el trabajo de campo haya desarrollado el
empleo de los bastidores de dibujo (Roskams, 2003: 173) que normalmente son de
madera, aunque, a veces, éstos se hacen en el cuaderno que sirve como diario
(Fernández Martínez, 1990: 74; Mac Intosh, 1987: 84), sin embargo, en los
últimos años ha mejorado mucho volviéndose más preciso gracias a los programas
de diseño asistido por ordenador como AUTOCAD,
muy utilizado por los arquitectos y cada vez más importante para los arqueólogos,
y que se basa en la conjunción del registro espacial obtenido con la estación
total y la fotografía digital para obtener dibujos a ordenador, superpuestos o
no a la fotografía, de diferentes aspectos de la excavación; y finalmente una
fotográfica donde deberán aparecer los siguientes elementos: una pequeña
pizarra donde se hayan escrito con tiza blanca las siglas de la correspondiente
unidad estratigráfica y la fecha (día, mes y año) en que se vaya a tomar la
fotografía, que se hará con una buena cámara digital, un jalón de color blanco
y rojo que se colocará bajo la pizarra (Carandini, 1997: 129) y, por último,
una pequeña flecha blanca y negra señalando al norte.
Antes
de llevar a cabo el registro de una unidad estratigráfica habremos de
identificarla, excavarla siendo la mejor posición de pie o arrodillado
(Carandini, 1997: 174) y limpiarla siendo esto último de gran importancia si se
van a hacer fotografías del estrato. Es muy importante que recojamos los
diferentes materiales que nos vayamos encontrando, ya que esto nos ayudará a
datar y caracterizar el origen y la naturaleza de un determinado estrato. Éste
se diferencia de otro por su textura, composición, color, espesor o contenido
(Fernández Martínez, 1990: 125) y esto deberá ponerse después por escrito en la
ficha correspondiente. Aunque no hace mucho tiempo las unidades estratigráficas
eran registradas en los cuadernos de campo con descripciones escritas en líneas
sucesivas y dibujos realizados en el reverso en papel de dibujo (Roskams, 2003:
145). Antes de dar por terminado este párrafo, deberemos tener en cuenta cuál
será el lugar más adecuado para acumular la tierra que hemos extraído al
excavar los sucesivos estratos y establecer el recorrido que las carretillas
deberán hacer para acceder a éste (Carandini, 1997: 172).
Dentro
del trabajo de campo limpiamos, siglamos y clasificamos cerámica. El siglado se
hace con pluma y tinta negra en el borde, intentando evitar las zonas de
rotura, de la parte interior de la pieza de cerámica y la letra pequeñísima
pero ésta ha de ser legible. También limpiamos mármol y huesos de animales pero
casi no vimos nada de madera, hierro, carbón y vidrio, ya que no se pueden
mojar y, por otro lado, apenas han aparecido durante las excavaciones que se
han llevado a cabo. Esto es lo que se hace en verano mientras que en invierno
se dibujan, se fotografían y se estudian.
Sabemos
que la excavación es el aspecto más atractivo del trabajo de un arqueólogo pero
también es la parte más dura, meticulosa y lenta, sin embargo, es la más
gratificante en el momento en el que se produce el hallazgo (Fernández
Martínez, 1990: 59; Requejo, 2003: 26) y somos conscientes del importante papel
que ha jugado en nuestra elección por esta profesión tan llena de mitos. Esto
nos sirve de conclusión a nuestra exposición con la que intentamos dar una
imagen de la excavación mucho más cercana a la realidad y bastante alejada, por
tanto, de Indiana Jones.”
Bibliografía consultada:
BAHN, Paul y RENFREW,
Collin (1998): Arqueología: Teorías,
métodos y práctica. Madrid.
CARANDINI, Andrea (1997): Historias en la Tierra. Manual de
excavación arqueológica. Barcelona.
FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Víctor
M. (1990): Teoría y Método de la Arqueología. Madrid.
GUTIÉRREZ LLORET, Sonia
(1997): Arqueología: Introducción a la
historia material de las sociedades del pasado. Alicante.
HARRIS, E. C. (1991): Principios de estratigrafía arqueológica. Barcelona.
MAC INTOSH, Jane (1987): Guía práctica de la Arqueología.
Madrid.
MOBERG, Carl – Axel
(1992): Introducción a la arqueología. Madrid.
REQUEJO, Ricardo (2003):
“Detectives del pasado. La profesión de arqueólogo.” Muy especial, 60, pp. 24 – 29.
ROSKAMS, Steve (2003): Teoría y Práctica de la Excavación. Barcelona.
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